diciembre 17, 2014

PECHE PERECHE: EL EPÓNIMO CAPITÁN GENDARME DE SULLANA

PECHE PERECHE:

EL  EPÓNIMO  CAPITÁN GENDARME DE SULLANA

Por Armando Arteaga



Armando ArteagaNestor EspinozaEduardo Borrero Vargas y Jonathan Timaná Augusto en la presentación de la novela  “Tras las huellas del Capitán Peche Perreche”.


La  narrativa piurana tiene -actualmente- una enorme vitalidad literaria.  Nuestra narrativa regional se ha ido transformándose, modernizándose, haciéndose más mundana y globalizándose.  Dejando,  en la zaga de sus grandes atributos narrativos de vanguardia, sus viejos esquemas y los temas recurrentes del paisajismo de  siempre. Y, echando de mano, en las expresiones  de un realismo -rural y agrario- vigente todavía,  la recreación vivencial de sus abrumados personajes locales y pictóricos,   se ha ido metamorfoseando –esta narrativa piurana- en otra de gran nivel de aprobación y prestigio literario, superando aquel pasado del provincianismo  y la vertiente costumbrista que la asfixiaba.

Aún así, con este pie forzado, sus narradores son excelentes, y todos ellos han gozado de un enorme prestigio literario. Los nombres de Enrique López Albújar, Rómulo León Zaldívar, Francisco Vega Seminario, Teodoro Garcés, Justino Ramírez, Jorge E. Moscol Urbina (Jemu): le han otorgado cimientos muy fuertes al gran edificio de la nueva narrativa regional y piurana.  Se está levantando –desde la década del setenta- un nuevo y pleno edificio de esta nueva narrativa regional (cuando se mira esta predecesora manera de narrar  en su contexto totalizador);  que es el continuo de esta tradición, superando los arcaicos lastres de la literatura de costumbres, que lo folklorizabantodo, que terminaban limitando el horizonte actual y total, y que,  empezaban a dar muestras de cierto aburrimiento literario.

Se han sumado a este prestigio de la actual  narrativa piurana los nombres de otros escritores como Raúl Estuardo Cornejo, Rigoberto Meza, Víctor Borrero Vargas, Miguel Gutiérrez, Cronwell Jara Jiménez, Carlos Espinoza León, Christian Fernández, Juan Félix Cortez, Genaro Maza Vera, Teodoro Alzamora, Sigfredo Burneo, Luis Eduardo García,  Mario Palomino, Houdini Guerrero y Jorge Tume, entre otros.  Incluyo en estos aciertos narrativos -acerca de temas piuranos- algunas de las novelas de Mario Vargas Llosa que meten su cuchara en este asunto. 

En esta línea de trabajo literario -de este transe de la narrativa piurana-  es que ubico -en el mismo tren de viaje-  la última novela “Tras las huellas del Capitán Peche Perreche” de Eduardo Borrero Vargas (Sullana, 1942).  La novela de Eduardo Borrero tiene los méritos suficientes para ser considerada como un acierto narrativo actual. Su narrativa se desenvuelve en un clímax de cierto realismo mágico que algún despistado lector puede perderse en pensar que entre  las peripecias cronométricas del Capitán Peche Pereche de la Gendarmería de Sullana en las postrimerías después de la debacle de la Guerra del Pacifico, podría existir alguna relación -de paralelismo literario- con el absurdo de aquella  espera de la correspondencia epistolar del  Coronel Aureliano Buendía en la enigmática novela “El Coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez, o en algunos detalles simbólicos y oníricos de “Pedro Paramo” de Juan Rulfo, o en la semblanza del mismo desencanto de “La muerte de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes. 

En toda estanarrativa de Eduardo Borrero,  de su excelente novela “Tras la huella del Capitán Peche Pereche” hay un malestar que carcome el ambiente y la vida interna de los personajes, un pródromo que profana el tiempo, una época en crisis, cualquier instante histórico que se desborda.   El Capitán Peche Pereche es de esos personajes faulknerianos que viven  atrapados en la obsesión aplastante del tiempo.  El tiempo,  es un leitmotiv que va germinando las acciones, deteriorándolas, y que,  por momentos, en la acción narrativa se mezcla lo pretérito con el furibundo presente, el funesto presente con lo refractario del futuro, y lo pluscuamperfecto: en racontos, en monólogos interiores, llenos de hechizos y descripciones inverosímiles.

Sullana, la ciudad que cobija los “diálogos estoicos” entre el Capitán Pereche y el alcalde Vargas son el “estigio” de las propias vivencias de ambos personajes que conspiran entre los litigios del pierolismo simplón y del cacerismo rutinario.  El espejismo de la vieja Sullana histórica a la orilla del Chira, es presentada  de veras como si la vislumbráramos  desde un plano antiguo: la Calle de la Media Luna, la Calle Real, la Calle del Comercio, la Calle de los Curas, la Calle de las Cadenas, la Calle del Desagüe, la Calle del Ferrocarril, la Calle de los Aguateros, el Alto de la Paloma, la Pampa de la Gallina, la Loma de Mambré, o la bocatoma donde abrevan los burros y las cabras.  Toda esta Sullana signada por el repicar de las campanadas de la Iglesia Matriz. Esa Sullana del siglo XIX.

El tratamiento del clímax narrativo de la novela me parece un acierto de Eduardo Borrero, con una impecable precisión para presentarnos siempre a su personaje favorito. Este gendarme, retrato épico y hombre ético, que tiene tanta actualidad histórica, en un tiempo de catástrofes y de podredumbres:  donde  el desencanto y la intriga van alimentando la consolidación de este personaje epónimo.

Eduardo Borrero ha desarrollado con éxito una novela histórica, a través de una radiografía política y de una realidad desenfundada de la vida del Capitán Peche Pereche;  las descripciones de la vieja Sullana son –dondequiera- reales. Personajes como el Capitán  Pereche y el Alcalde Vargas cuando conversan en “El Parlamento Dorado”,  esa fonda a cuadra y media de la gendarmería, son tan universales y redondos, donde el ámbito del lenguaje usado  nunca deja de ser de un gran fervor de piuranidad.  Las anécdotas cotidianas se van transformando en realidades mitológicas, ante la historia verdadera de una comunidad.

Sullana necesitaba ya una novela histórica que la identifique, su gran novela del Siglo XIX;  dado su violento desarrollo urbanístico actual, por haber recibido un flujo migrante representativo de nuevas realidades e identidades,  que ha ido cambiando su morfología urbana,   y donde también aparecen nuevos conflictos sociales para una nueva narrativa. 




 Eduardo Borrero Vargas y su novela "Tras las huellas del Capitán Peche Pereche".