octubre 04, 2013

POÉTICA AL PIE DEL VOLCÁN / MARCELA CORNEJO




Poética al pie del volcán 
Marcela Cornejo



Alberto Hidalgo
  



Arequipa, soleada lejanía del alma, aldea de la ternura;
tu nombre lo escribe un vuelo tendido de golondrinas
Tus árboles envejecidos lejanos se mecen en mi cariño
y toda mi pena callada se va alegre a repartirse
en las alas de tus pájaros

(...)

Arequipa, te recuerdo callado, triste como tus tardes;
pero así me quedo con los ojos abrazados a tus crepúsculos
y mascando una rama de tu cielo


   
"Ausencia de Arequipa" - Guillermo Mercado 
 




Bien se dice que  la creación literaria de un pueblo refleja su fuerza vital, su capacidad creativa, su pasión. Poco difundida y conocida a excepción de Melgar (1790-1815), y en el mejor de los casos, Gibson (1885-1960), Atahualpa Rodríguez (1889-1972),  Mercado (1904-1983) e Hidalgo (1897-1967),  la poesía arequipeña es intensa, profunda, de alto vuelo, y guarda con seguridad, profundas vetas  aún no visibilizadas y valoradas en plenitud.


Breve reseña histórica


No hay mayor investigación sobre el desarrollo de la literatura y en particular de la poesía en Arequipa hasta el siglo XVIII, en que surge la figura de Mariano Melgar; sin embargo está comprobada su presencia vital desde el inicio de la Colonia. De este período hay la certeza de la existencia de tres autores que tuvieron fama: Diego Martínez de Rivera, Alonso Picado y  Pedro Montes de Oca (los tres del S. XVI) , elogiados por Miguel de Cervantes Saavedra en El Canto de Caliope (1585) (1).  Probablemente peninsulares, o criollos notables afincados en Arequipa, es de lamentar que no se conozca más sobre sus vidas y que no hayan sobrevivido sus obras escritas.

Los principales estudiosos de la literatura nacional coincidieron en señalar hasta hace poco, que la literatura y la poesía indianas fueron ecos sin mayores méritos de las escuelas y estilos hispanos, hasta adentrado el siglo XVIII, en que las  ideas de la Ilustración comenzaron a germinar en  las élites, reflexiones americanistas que con el tiempo se manifestaron en formas literarias más propias.  Sin embargo,  esa premisa está siendo revisada en estudios recientes  con ayuda de herramientas analíticas  interdisciplinares, que demuestran que en las literaturas coloniales  es posible identificar casos en que, aún en el rígido marco del canon colonial, se dan adecuaciones y estrategias discursivas conscientes y afirmativas de lo  americano.  En  el caso de Arequipa colonial, en contraste con el auspicioso inicio celebrado por Cervantes, la crítica sostiene que las musas no se manifestaron como en otras ciudades del virreinato (empezando por Lima), y que eso se debería a la fuerza del poder eclesiástico y el consecuente fidelismo y burocratismo que implicaba.  De ser así, el contraste con el florecimiento poético republicano llama por decir lo menos  la atención; es muy grande como para no incidir en la idea de que lo que falta, es simplemente mayor investigación.   En  los largos siglos de régimen virreinal, ¿no hubo religiosos o religiosas que dieran expansión a las inquietudes del espíritu a través del texto escrito u otras artes como  la música o la pintura?  Una sociedad de gentes de derecho y de letras,  y de un fuerte espíritu religioso que invita a la contemplación y la meditación -más aún ante lo que ha sido siempre un paisaje inspirador- no puede sino convocar el arduo reto de indagar por fuentes hasta hoy ignoradas (2).

Se puede afirmar mientras tanto, que entre al ámbito culto y popular se practicó desde la llegada de la lengua castellana al valle del río Chili,  la tradición oral del romancero y de los cantos de amor fino o cortés, tanto más en una sociedad colonial que fue bastante castiza.  En el caso del romancero, tenemos referencias tardo coloniales referidas a la Rebelión de los Pasquines (fines de  1779 a inicios de 1780), expresada en revueltas populares por el aumento de los impuestos reales al comercio, que se daban en el marco de las reformas borbónicas.  Este exceso despótico  generó una espontánea manifestación de  coplas  cargadas de sátira e indignación colectiva que se escribían y pegaban en las paredes y puertas de edificios públicos,  iglesias de la ciudad, e incluso en la fuente del Tuturutu de la Plaza de Armas.  Si bien fueron intereses económicos y no ideológicos los que motivaron estas coplas, es claro que ya iban anunciando una voluntad de auto-afirmación localista, por tanto, una  proto-literatura regional.  En el caso de los cantos de amor fino o cortés, tenemos una antigua tradición oral que circuló entre lo culto y lo popular y que devino en mestiza (hispano-indígena), culminada estilísticamente en los yaravíes melgarianos, los cuales han sido sólo muy parcialmente textualizados, remitidos básicamente al legado canónico de Melgar.  En un plano más enteramente popular-oral,  el instinto recitativo de la tradición oral loncca (rural), muestra un nutrido léxico de vocablos indígenas (quechuas, aymaras y puquinas principalmente) junto a muchos otros de arcaico castellano,  que denota un complejo proceso de evolución de larga duración inscrito en líneas generales, en el ámbito del romancero y  la décima.

Mariano Melgar (1790-1815)  significa el inicio clave de la poesía auroral no sólo arequipeña sino peruana. Hizo prosa y poesía investida de un fuerte neoclasicismo, pero también, en el caso de sus elegías y  canciones amorosas, de un profundo sentimiento romántico de origen neoplatónico, tributario de fórmulas retóricas de amor cortés (3).  Después de su prematura y trágica  muerte frente a un pelotón de fusilamiento realista, fueron más que sus versos patrióticos, sus canciones amorosas las que  remontaron  los linderos de su tierra para popularizarse  en boca de trajinantes de caminos (arrieros, milicias, viajeros...)  bajo el nombre de yaravíes.   Estas canciones fusionaron la poesía melgariana (si ya no de autoría autógrafa de Melgar, creada en su estilo por autores  anónimos) con una música que  conjugaba el cromatismo occidental con la  pentafonía indígena.  Se fue desarrollando de manera espontánea, popular,  una forma expresiva a la medida del temperamento y el sentimiento mestizo arequipeño: hondura,  simplicidad, espíritu romántico y señorial a la vez.  Luis Alberto Sánchez, profundo conocedor del proceso de la literatura peruana, identifica con sereno acierto los siguientes hitos que aporta Melgar:   ...Analizándolo, aunque dejando para un ensayo especial otros aspectos, resulta que Melgar inicia en la poesía peruana: (a) la tendencia erótica; (b) La fábula; (c) la incorporación oficial del elemento indígena; (ch) el sentimentalismo franco  (d) rinde culto directo a una mujer.  Notas adicionales son (e) su clasicismo inicial como excelente traductor de Ovidio y (f) cierta facilidad para describir el paisaje...  Sánchez pasa a argumentar cada punto, concluyendo en el caso de (d):   ... El sacrificio de Melgar es la dignísima coronación de una vida fervorosa.  El friso romántico de un friso también romántico.  Si consideradas estas realidades, se insiste en menospreciar al poeta por imperfecto,  se comete craso error.  Cualquiera fuese su torpeza expresiva, le salva su valentía temática.  El rompe las trabas coloniales.  Exalta a la mujer.  Se entrega a la Patria.  Reivindica el canto indígena.  Intenta todos los rumbos con y tal de realizar el suyo, fundamental  urgido por un corazón insaciable, antes que por un cerebro cauteloso.  En otros términos el romanticismo peruano se inicia en 1812.  No en Lima, ciudad de Corte, sino en Arequipa, ciudad rural.  El "poeta de los yaravíes"  lega a la expresión romántica a costa de una tenaz depuración de su alma y de un valeroso encaramiento de la realidad que le circunda.  Melgar es el primer poeta republicano y romántico del Perú... (4).

A lo largo del siglo XIX la poesía arequipeña se remite reiteradamente al tributo al legado melgariano, dentro de los cauces del romanticismo liberal imperante, sin embargo las exploraciones e innovaciones expresivas  asoman enérgicas  en las ultimas décadas del siglo. Gracias a la Lira Arequipeña, compilada por Manuel Pío Chávez y Rafael Valdivia en 1889, se rescata en un grueso volumen, la obra de variable logro, de numerosos intelectuales arequipeños, muchos de ellos, notables personajes del quehacer político y cultural asentados tanto en Arequipa como en la capital y el extranjero. Resaltemos sólo algunos nombres:  Ángel Fernando Quiroz Nieto (1799-1862), Manuel Isidoro Castillo Vizcarra (1814-1871), Benito Bonifaz Febres (1829-1858), Trinidad Fernández (1830-1873), José María Carpenter Aponte (1830-1888), Armando De La Fuente y Errea (1830-1896), Ernesto Noboa Arredondo (1839-1873), Abel de La Encarnación Delgado (1841-1914), Samuel Velarde Reynoso (1848-1902), Belisario Soto Salas (1860-1935).

Llama la atención el caso singular de Ángel Fernando Quiroz (1799-1862).  Como Melgar fue también un poeta de transición,  trágico pero con otro perfil.  Tan apasionado y rebelde como sensible y  vulnerable, fue víctima de un tiempo y un destino crueles para espíritus como el suyo.  Las luchas  de independencia lo llevaron a defender el bando realista en un primer momento,  pero al decidir  pasar al de los patriotas  sufrió duro escarmiento que le costó tortura, cárcel y secuelas físicas.  Parece que nunca se repuso de eso.  Al volver a su tierra, mermado físicamente y ya alterado en su psiquis sólo halló incomprensión familiar y social.  En algún momento decide irse  a Lima, más bien escapando de la desolación que con alguna ilusión, sin certeza de su destino.  Triste su exilio en una ciudad ajena, que (a excepción de Ricardo Palma, que publicó algunas de sus poesías) tampoco comprendió su delirio, su solitaria inmolación.  Este poeta aún no es  reconocido en la historia de la literatura nacional por su originalidad y atemporalidad,   trascendente a todo movimiento o corriente de su época; por ello cito in extenso:   ....Quiroz es el primer poeta peruano que por su propio camino se aproxima al misterio de la vida: quiere saber qué extraño principio anima al ser, porqué se vive, porqué se sufre, por qué se camina [...] Quiroz, que cronológicamente sigue a Melgar, debía haber sido el heredero del yaraví o el épico de la república, pero no, su personalidad poética es demasiado original, su aventura lírica es de raigambre ontológica./     Desadaptado por su carencia de realismo, se vio envuelto por la miseria más espantosa. Frecuentaba cementerios y soledosos caminos próximos al mar, en la pálida ciudad que fue de los virreyes.  Su vestir era ya extravagante, pero eso mismo le daba originalidad y una cierta grandeza que lo hacía inconfundible dentro de la sarta de vulgares mendicantes de las calles limeñas.  La palomilla le seguía los pasos para escuchar de sus labios encendidos por el delirio las extrañas palabras que vertía en versos de los más perfectos sonetos.  Amigo de  la muerte  y de la locura, ya no las temía, dormía dentro de una ataúd y exhibía públicamente los girones [sic.] de su traje sucio y pestilente.  Daba versos a cambio del pan de cada día porque la poesía era todo el bien de que era dueño, y dueño absoluto (5).   En aquellos años turbulentos y azarosos de la naciente república, vemos  surgir en Arequipa espíritus libres, llenos de pasión expurgadora de los misterios de la vida, a costa incluso de la suya propia, como Melgar y Quiroz.  No fueron excepciones, sino acaso, los que llegaron más lejos en ese afán.  Muchos otros los seguirían en esa entrega total a la poesía, reflejada no sólo en lo artístico sino en lo político.

También vale mencionar en la delineación auroral  del paisaje literario nacional el trabajo de Miguel del Carpio y Melgar  (n. en 1895, sobrino y alumno de Mariano Melgar), Ministro de Estado de Castilla, quien descolló, más que por sus dotes literarias por su labor de mecenazgo hacia los jóvenes poetas bohemios de mediados del siglo XIX como Ricardo Palma, Luis Benjamín Cisneros, Arnaldo Márquez, Luis Corpancho, Numa Pompilio Llona. Un interesante testimonio de esta decisiva relación de mecenazgo, así como del ambiente ideológico en la política y la literatura de la época en la capital, se relata en La bohemia de mi tiempo de Ricardo Palma (1898).



 
Recalemos en el perfil de algunas mujeres que en el conservadurismo patriarcal de su época se asomaron al arte de las letras:  Adriana Buendía  colaboró en importantes periódicos literarios de Lima, como El Correo del Perú, La Bella Limeña, La Alborada, y algunos más; en este último semanario reemplazó a Juana Manuela Gorriti en la redacción de  la sección Mosaico; Isabel De La Fuente (de familia distinguida) cultivó la poesía bajo el seudónimo Julia, revelando vastos  conocimientos en historia; Felisa Moscoso de Chávez (n. 1847) laboró en varios periódicos de Lima y Arequipa, en 1883 publicó la colección de artículos Ligeros pensamientos consagrados a la mujer, fue miembro del Club Literario y del Ateneo de Lima en 1889, y también dejó inédito un trabajo sobre la poetisa ecuatoriana Dolores Veintemilla; Luisa Salazar de Rodríguez (n. 1847) fue una autodidacta de innata vocación literaria pero marcó un perfil bajo; viuda en 1868, se dedicó al hogar y a la caridad y no quiso figurar públicamente.

Entre fines del siglo XIX e inicios del XX Juan Manuel Polar, escritor, periodista y profesor, marcó  profundamente la vida intelectual de la ciudad. Entre otras actividades suyas, destacan las tertulias que convocó en su casa para debatir temas varios de política y cultura.   El hacer y ser de este grupo fue conocido coloquialmente como pacpaquería, y sus miembros, como Pacpacos.  Pacpaco (pakpaco, pajpaco) significa búho, y el apelativo acaso se debe a que solían retirarse a sus casas a altas horas de la noche, al búho de yeso que el maestro Polar tenía en su biblioteca (6), o a ambas cosas.  Lo concreto es que en él destacaron varios hombres de letras (no sólo poetas) como Juan Barclay, Manuel Aguirre, Jorge Alberto Llosa, Benigno Ramírez del Villar, Manuel Cereceda, Manuel Ugarteche, Francisco Mostajo. 

El siglo XX se inició con la novedad del modernismo  y el vanguardismo.   En esa cota destacó  la revista Anunciación  (1914), promovida por Alberto Hidalgo, Alberto Guillén, Miguel Angel Urquieta y Luis De La Jara.  Poco después  germina “el momento embrujado de la poesía arequipeña”  (7) que fue la revista Aquelarre (1916), dirigida por un grupo de  poetas jóvenes como  Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Renato Morales de Rivera, Belisario Calle, Nathal Llerena, Carlos Enrique Telaya y el pintor Carlos P. Martínez.  Este grupo se reunía en la casa del "Chuzo" Gibson para compartir inquietudes sobre la necesaria renovación radical de la literatura, una renovación que superara el estilo  romántico de expresar solo lamentos y desgarramientos internos y que trascendiera el horizonte  localista, tanto a nivel espacial como temporal.  Jorge Cornejo Polar sitúa esta particular sinergia, más que como un movimiento, como una generación de poetas que aunque provincianos, eran innovadores, y cuyas analogías pueden encontrarse en el Grupo Colónida de Valdelomar (Lima), el Grupo Norte de Antenor Orrego (Trujillo), y el Grupo Orkopata de Arturo Peralta alias Gamaliel Churata (Puno).   La editorial del número 3 de la revista Aquelarre a cargo de César Atahualpa Rodríguez,  proclamaba:  "la literatura arequipeña se remoza quitándose las legañas que una forzada senectud le había hecho filtrar sobre sus ojos campesinos... La poesía que hoy se labora ya no se extrae de los libros: la sentimos bajo la carne como vibración espontánea... Hoy día no diré que se ha alcanzado la máxima independencia, pero es evidente que nuevos cauces abiertos a nuestra curiosidad han solicitado nuestros espíritus, conduciéndolos frente a un panorama múltiple... Nuestra mente se tocó de cosmopolitismo, librándonos de la antigua tiranía unilateral" (8). Para este poeta y sus amigos, Arequipa es una entidad más profunda que trasciendía lo costumbrista, pintoresco o provinciano, y que se conecta teleológicamente con el universo.

 


César Atahualpa Rodríguez

Algunos años después, ya en Buenos Aires, Alberto Hidalgo  publicó su poemario-manifiesto titulado Simplismo  (1925), del cual fue único seguidor, y cuya trascendencia recién está siendo valorada por la crítica de años recientes.   En el cauce vanguardista, fue de un individualismo adanista, iconoclasta, anarquista, anti-hispano.  De acuerdo a C. A. Caballero, sus temas centrales fueron su país, el amor y el auto-endiosamiento (9)

En 1927 se formó un  grupo conocido como Los zurdos de Arequipa, que publicó la revista Chirapu.  En Chirapu, dirigida por Antero Peralta Vásquez, colaboraron entre otros, Guillermo Mercado, César Atahualpa Rodríguez, Armando Rivera y el puneño Carlos Oquendo de Amat.   Guillermo Mercado fue un poco más joven que la generación de Aquelarre y Anunciación;  construyó su propio lenguaje poético, en que de lo entrañadamente localista, supo proyectar su búsqueda esencial de belleza y justicia, de forma serena, depurada, transparente, a una dimensión universal.  Jorge Cornejo Polar lo acerca al cholismo del cusqueño Luis Nieto e incluso a Mario Florián,  pero en realidad, como hace notar Enrique Azálgara Ballón, Mercado fue un creador nato que "buriló sus versos con mano y herramienta propias", pues alumbró su Chullo de poemas  el mismo año que García Lorca  publicaba su Romancero gitano [1928] (10).  Mercado, profundamente cholo, arequipeño, y humano, fue más allá del cholismo y el romancero en su poesía. Otro poeta arequipeño aún poco conocido, Mario Chabes se acercó también a ese cholismo con la publicación de su poemario Ccoca (1926).

Pedro Arenas i Aranda [1902-1995] fue otro poeta destacado de perfil más bien singular (cercano a la épica chocanesca) y obra apreciable.  Sin embargo, no publicó sino un solo libro,  en 1990 [Obra poética, compendio de seis poemarios].  En 1923 ganó los  Juegos Florales de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, con su Canto de bronce. Fue catedrático emérito de la UNSA.

En mayo de 1933, en tiempos en que el descentralismo arequipeño bregaba por posicionar su ideario en el Congreso de la República, se formó la agrupación literaria  Sur, en la que participaron prosistas y poetas como Federico Segundo Agüero Bueno, Manuel  Alzamora, Víctor Ballón A. Eleazar Bustamante, Belisario Calle, Manuel Gallegos Sanz, Alberto Guillén, Luis de la Jara; Carlos Manchego Rendón, Guillermo Mercado, Alejandro, Antero Peralta, Enrique Rodríguez Escobedo, José Medina, Eva y Lucila Morales.  Más allá de este empeño, hubo un receso creativo de tres a cinco lustros hasta  los años cincuenta.

La dinamización del desarrollo urbano y del quehacer cultural después de los festejos por el cuarto centenario de la fundación española de la ciudad (1940), desembocó en la segunda mitad del siglo XX, en el incremento de la migración alto-andina (predominantemente indígena) hacia la ciudad, re-configurando el espectro social, hasta entonces predominantemente conservador y castizo, para irlo haciendo cada vez más indigenizado, diverso y complejo.   Estas incontroladas transformaciones socio-económicas  a nivel local, sumadas al arribo intempestivo al poder  del general Odría  -que derrocó al demócrata arequipeño Jose Luis Bustamante y Rivero- en el ámbito nacional,  y  al clima crítico  de post-guerra en el internacional, propició el surgimiento de una nueva generación,  descontenta con el  brusco cambio hacia el sistema autoritario, e inquieta por buscar nuevos horizontes expresivos.  Eran tiempos de transición entre la Arequipa aldeana,  austera y señorial, y la nueva urbe moderna, más diversa, compleja y desafiante.   Evoquemos por ejemplo, los  heroicos movimientos civiles de protesta, sangrientamente sofocados, como el de los estudiantes del Colegio Independencia en 1950 o como el de 1955, el último levantamiento heroico del siglo XX en Arequipa, que logró la destitución del oscuro ministro de gobierno de Odría, Alejandro Esparza Zañartu  haciendo antesala al derrocamiento del dictador (hecho histórico recreado por Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral).

Las características de la Generación del Cincuenta se centran en el abandono más resuelto del localismo vinculado al  paisaje,  y en el desarrollo de un discurso poético más universal. “Hay sin duda una renuncia al color local pero no -y esto es importante subrayar- una renuncia a la condición arequipeña muy clara en el pensar, en el sentir y en el actuar de estos escritores aunque no figure explícitamente en sus textos(11). Esta es la nómina que destaca Jorge Cornejo Polar (1966 y 1990) (12):  Gustavo Valcárcel (1921), Efraín Miranda Luján (1927), Pedro Róger Cateriano (1927), Edgardo Pérez Luna (1928-1984), Jorge Bacarorzo (1927 o 28), Xavier Bacacorzo (1932), Luis Yáñez Pacheco (1930 o 31), Oswaldo Reynoso (1932), José Ruiz Rosas (1928), José Gonzalo Morante (1929), Enrique Huaco (1930-1967), Aníbal Portocarrero (1931); Alberto Vega Herrera (1932), Rosa del Carpio (1933), Edgar Guzmán (1935), César Vega Herrera (1936), José Valdez Pallete (1934)
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Guillermo Mercado

Entre los grupos de esta generación destacan Abemur (Efraín Miranda Luján, Aníbal Portocarrero,  Oswaldo Reynoso,  Vinatea, Morales...)  y  Avanzada Sur (hermanos Jorge y Xavier Bacacorzo, Oswaldo Reynoso, Luis Yáñez...), que buscaron  trascender  la poesía localista y costumbrista basada en el paisaje chacarero y el loncco, y exploraron con autores universales, en particular anglosajones; tuvieron asimismo una explícita opción política de izquierda.  Alberto Vega que participó en ambos, señala:  "...En mi época, generación del 50, existían dos grupos literarios que ostentosamente se decían de vanguardia: "Avanzada Sur", liderado por Jorge Bacacorzo, y "Abemur", conducido por Efraín Miranda Luján. En ambos había cierta atmósfera rilkeana. Sin embargo, predominaban Walt Whitman, T.S. Eliot y sobretodo, Ezra Pound. Y como buenos ultras, renegamos de nuestros antecesores haciendo de cuenta que la lírica comenzaba con nosotros" (13).   A la tendencia marxista de estos nuevos colectivos literarios hicieron frente  escritores de orientación más bien conservadora, que se expresaron principalmente a través de la revista Vencer (Enrique Chirinos Soto, Luis Rey de Castro, Patricio Ricketts, Pedro Roger Cateriano...), que en buena cuenta terminaron migrando a Lima (14).   Más allá de los colectivos, la década del 50 marcó también el desarrollo de fuertes individualidades, caracterizadas por sus dotes poético-filosóficas, como las de José Ruiz Rosas y  Edgar Guzmán.   Ruiz Rosas, al tiempo de entregarse a la poesía animó la escena cultural local:  fundó la recordada Librería Trilce (en la calle Palacio Viejo), trabajó en la Casa de la Cultura, fue director del Instituto Nacional de Cultura filial Arequipa y de la Biblioteca Pública Municipal.   Edgar Guzmán, cuyas principales obras son Perfil de la materia y Trilogía del mar, fue un poeta que desarrolló su obra poético-filosófica  con perfil poco mediático; es sin duda uno de los principales poetas que ha dado la ciudad; según Gabriel Ruiz Ortega:  ...Guzmán no es un buen poeta. Guzmán es Imponente y merece sí o sí figurar entre lo más destacado de la mejor generación literaria peruana del siglo pasado... (15)

Surge después en los años 60 una nueva generación marcada por los profundos cambios socio-políticos producidos por la Revolución Cubana, la Revolución Cultural del año 68 (liderada por estudiantes norteamericanos y parisinos), el movimiento hippie, las nuevas tecnologías en la comunicación de masas, el auge del boom literario latinoamericano, los movimientos feministas, etc., que imprime un sello más cosmopolita y a la vez, de sentido social a la creación poética. Jorge Cornejo Polar (1966 y 1990) (16) destaca en esta generación a: Oscar Valdivia (1938), Peter O'Brien (1938), Abel Rubio (1938),  Raúl Bueno Chávez (1944), Walther Márquez (1945), Omar Aramayo (1947, de origen puneño),  Ana María Portugal (1939), Max Neira Gonzáles (1939),  José Rodriguez Guillén 81940),  Félix Benavente (1942), Tommy Ramirez Rodriguez (1943) Shelma Guevara (1948, nacida en Cusco)  y Brunilda Joyce (1948).   Raúl Bueno Chávez en particular,  destaca al presente no sólo como poeta sino como docente,  teórico y crítico literario de importancia internacional, habiendo ganado  el  Premio Internacional de  Ensayo "Ezequiel Martínez Estrada" de la Casa de las Américas de Cuba (2012)  con el trabajo Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y culturales en América Latina.   Otro poeta de esta etapa, que se inició a fines de la década del 50, es Carlos Maldonado Valz, arquitecto de profesión.

Jorge Cornejo Polar define a partir de 1976 una nueva generación –nacida en los años 50 y primeros años de los 60- que  propició una intensificación de la vida cultural de la Arequipa de los años 70, y que en muchos aspectos, a pesar de las crisis y altibajos recientes, sigue estando activa en nuestros días: Rosa Elena Maldonado  Valz (1952) Oswaldo Chanove (1953), Alonso Ruiz Rosas (1959), Misael Ramos (1956), Leandro Medina, Nilton del Carpio, Pedro Escribano, José Gabriel Valdivia (1959), Dino Jurado, Luzgardo Medina (1959),  Rolando Luque, Odi Gonzáles, Rosario Muñoz, Porfirio Mamani (1963), Fátima Carrasco, Alfredo Herrerra, Walter Velásquez.

Por la tendencia a la poligrafía en Arequipa (al menos hasta hace algunas décadas), tenemos sin duda muchos casos meritorios y dispersos de creadores  de poesía, sea por su inclasificabilidad disciplinaria, como por el simple hecho de  su voluntario anonimato.  De esta vasta cantera  baste mencionar sólo  dos casos pendientes de estudio literario:  Francisco Mostajo (1874-1953)  fue  un periodista y  jurista que se acercó también a la historia, la literatura y el folclor (de ahí sus estudios de arequipeñismos); de su faceta literaria destacan cuentos, ensayos,  y mucha poesía dispersa aún no compendiada ni estudiada críticamente.  Lo que ha trascendido más al presente es su  tesis precursora sobre el modernismo y el americanismo literario, sustentada en 1896 en la Universidad Nacional de San Agustín.   El otro caso es el de  Teodoro Núñez Ureta (1912-1988), que se dedicó y dio a valer más como pintor, pero que hizo sin duda, apreciable obra poética aún no estudiada críticamente:   "...Conocemos las altas calidades de la obra pictórica dejada por Teodoro Núñez Ureta, y su representatividad en el arte peruano.  Conocemos la maestría de sus juicios críticos en torno a las diversas corrientes de las artes plásticas contemporáneas y sobre las figuras de la pintura republicana.  Ello bastaría para su consagración señera en los fastos de la cultura nacional.  Pero además confiamos  que muy pronto se pueda apreciar el estilo ágil y la profundidad sicológica de sus cuentos, los severos y reveladores perfiles de sus ensayos sobre sociología peruana, y la tremenda belleza de sus poesías" (17).

Aunque falta revisar el trabajo de quienes nacieron entre mediados de los 60 y 70, y descubrir obra meritoria aún no  difundida y analizada, puedo afirmar a la fecha,  de manera general, y salvo otras opiniones, que Percy Gibson, César Atahualpa Rodríguez, Alberto Hidalgo, Guillermo Mercado,  Edgar Guzmán, José Ruiz Rosas, Walter Márquez, Enrique Huaco y Oswaldo Chanove, cada cual con estilos, derroteros y devenires específicos, han podido alcanzar las cotas mayores del prisma poético arequipeño del siglo XX.


Marcela Cornejo D.
 
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Notas

1.- Para mayores detalles historiográficos acerca de estos autores, consultar: Escritores americanos celebrados por Cervantes en el Canto de Caliope y Cervantes americanista.   Lorenzo de las Llamosas suele ser incluido en esta breve nómina colonial, pero aparte del hecho aún no bien dilucidado de que haya nacido en Camaná o Lima, desarrolló su formación y obra literario-dramática en Lima y  de allí partió definitivamente a Madrid.
2.-  Los conventos y monasterios de la ciudad han abierto sus puertas al turismo hace pocas décadas, y sus archivos y bibliotecas aún reposan en buena medida, en quieto silencio.  No podemos dejar de tomar en cuenta  tampoco el factor de los terribles terremotos que ha sufrido la ciudad a lo largo de su historia. Zona de volcanes, tierra sísmica. Esto ha costado la destrucción y reconstrucción  reiterativa no sólo de su heredad monumental, sino de archivos y bibliotecas que quedaban a merced de los incendios, las lluvias, o bien, del saqueo o dispersión en manos negligentes. 
3.- Juan Luis Dammert. El ‘Delirio’ de Melgar o el intercambio entre poesías y culturas bajo el volcán de Arequipa.  En:  Influencia y legado español en las culturas tradicionales de los Andes americanos (Bogotá : Dupligráficas, pp. 281-286).  Se puede revisar también mi reciente trabajo: Música popular tradicional del Valle del Chili (Lima, 2012)
4.- Luis Alberto Sánchez.  La literatura peruana.  Lima : Banco Central de Reserva del Perú, 1989, 6° ed., vol. III, p. 1017-1030
5.- Oscar Silva.    Apuntes para una historia literaria de Arequipa: desde 1800 hasta nuestros días.  Arequipa : Impresora Sil Ver, 1957, pp. 33-34
6.- Vladimiro Bermejo.  Arequipa.  Bio-bibliografía de arequipeños contemporáneos (Arequipa : La Colmena, 1954, p. 111)
7.- Expresión de Vladimiro Bermejo en un artículo periodístico que se puede consultar aquí (crítica N° 8)
8.- Citado por Jorge Cornejo Polar en La poesía en Arequipa en el siglo XX. Estudio y antología (Lima-Arequipa : CONCYTEC : UNSA, 1990, p. 15)
9.-  Se puede leer el artículo de Carlos Arturo Caballero en  ¿Qué es el simplismo?.
10.- Enrique Azálgara Ballón.  Sentido y motivación de la poesía de Guillermo Mercado.   Introducción a:  Antología poética.  Guillermo Mercado (Arequipa : Editorial UNSA, 1997, pp. XVIII-XIX)
11.- Enrique Azálgara Ballón, Op. Cit. (10), p. 28.
12.- Jorge Cornejo Polar.  La nueva poesía  en Arequipa (HOMO.  Arequipa : Ed. Miranda,  N° 1, feb. 1966, separata);  La poesía en Arequipa en el siglo XX. Estudio y antología (Lima-Arequipa : CONCYTEC : UNSA, 1990)
13.- Alberto Vega. Lo anglosajón en la poesía arequipeña (03 nov. 2010). Ponencia presentada en la Muestra de literatura arequipeña (Casa de la literatura peruana.  Lima, 27 oct-17 dic. 2010)
14.- Algunos de ellos participaron en la formación del  partido Democracia Cristiana, antecesor del actual PPC (Partido Popular Cristiano).
15.- El texto completo de Ruiz, aquí.
16.- Jorge Cornejo Polar, Op. Cit. (12)
17.- Alberto Tauro del Pino. Prólogo a Homenaje a Teodoro Núñez Ureta / Museo de la Nación 12 nov.-12 dic.  Lucy Núñez Rebaza.  Lima : Asociación Peruano Japonesa del Perú, 1993 (p. 6)