febrero 07, 2012

GRAMSCI: LA FUERZA DE LAS IDEAS / ANTONIO LEAL

Gramsci: La fuerza de las ideas

Por  Antonio Leal


Aspectos que destacan en la búsqueda de Gramsci entre los jóvenes de hoy es seguramente que su elaboración se inscribe en una corriente que coloca de relieve el factor de la subjetividad, de la espiritualidad, de la ética, de la estética, estableciendo un nuevo nexo entre sujeto y objeto, entre medio y fin, que permite descubrir en ellos profundas categorías que no fueron parte de la tradición marxista clásica.

El pensamiento de Antonio Gramsci parece estar de regreso en la reflexión de muchos líderes estudiantiles que han encabezado las protestas en Chile el año 2011. Esto ocurre también en otros lugares del mundo donde se habla por parte de los jóvenes de las revueltas con soltura de “hegemonía”, “sociedad civil”, “catarsis” y otros términos que forman parte del léxico gramsciano. El interés por descubrir el pensamiento de Gramsci se liga a la nueva subjetividad surgida como efecto de la crisis de la economía internacional dominada por el modelo neoliberal, por los efectos de la globalización y el impacto de la revolución digital en las comunicaciones.

Aspectos que destacan en la búsqueda de Gramsci entre los jóvenes de hoy es seguramente que su elaboración se inscribe en una corriente que coloca de relieve el factor de la subjetividad, de la espiritualidad, de la ética, de la estética, estableciendo un nuevo nexo entre sujeto y objeto, entre medio y fin, que permite descubrir en ellos profundas categorías que no fueron parte de la tradición marxista clásica.


 Muchos estudiosos han calificado a Gramsci, Bobbio entre ellos, como el “teórico de la superestructura”. Esta calificación es útil pero reductiva ya que Gramsci es el teórico del bloque histórico y siempre subraya el significado de la interrelación entre ambas esferas, es más, se siente incómodo en esta definición, va mas allá y establece que el propio proceso productivo es necesario enmarcarlo no solo en la visión de la economía sino también en el de la filosofía de la praxis. Dicho esto, lo cierto es que Gramsci reconceptualiza y reubica formulaciones filosóficas y políticas anteriores para determinar un nuevo escenario cultural.

Desde el  punto de vista metodológico, Gramsci supera una forma de aproximarse a los problemas que fue típica de una parte de la izquierda marxista: ver la realidad filtrada por un conjunto de pre-supuestos más que como un proceso de descubrimiento de las novedades.  Gramsci es un crítico implacable de las tesis reconstituidas, de los “objetivismos” y de los “determinismos” económicos que caracterizaron una parte importante de la elaboración del marxismo clásico.


 El busca desentrañar el saber, el conocimiento, a partir de los procesos y de las complejidades analíticas que detrás de ellos se encierran. Pero, además, busca establecer la supremacía de la razón para comprender la conflictualidad, las contradicciones, los aspectos globales, la visión de conjunto de los fenómenos y su proyección, la  creación de una voluntad colectiva como base de la hegemonía en sus diversas fases, que es justamente lo que permite pensar la “gran política” que es el verdadero objetivo filosófico de Gramsci.

Son notorias las novedades y la flexibilidad de los instrumentos en las categorías gramscianas y la forma no definitiva con que cada una de ellas son presentadas por Gramsci.

La primera está constituida por la dialéctica entre estructura y superestructura, por la importancia de las culturas nacionales, por la fuerza de la subjetividad colectiva, por la acción política de las masas.

La segunda, está constituida por la supremacía de la política y por la constitución de los subalternos como fuerza no solo dominante sino dirigente. Nace la valoración de la irrupción de las masas en la historia que se transforman en protagonistas de la construcción de lo nuevo.

El tercer núcleo es la constitución de una nueva visión, no catastrofista, de las crisis endógenas del capitalismo y de sus eventuales salidas.

Otro aspecto que subyace dentro de la originalidad del pensamiento gramsciano es su realismo historicista como una visión integral de la vida y de la política ubicada en una consideración de los procesos singulares, nacionales, en los cuales las clases subalternas construyen su hegemonía.
Por ello es que el realismo histórico de Gramsci, en los Cuadernos de la Cárcel, se liga a Maquiavelo, a su consideración de la autonomía de la política e introduce las consideraciones del florentino dentro de su filosofía de la práctica inspirada en Marx, lo cual se constituye en una inspiración en la creación de la concepción del bloque histórico.


 Es la ética, a su vez, lo que permite a Gramsci, en esta proficua relación teórica con Maquiavelo, no subsumirse solo en la política como táctica en la configuración de su estrategia.

Es la polémica con el antipositivismo lo que impulsa a Gramsci a concebir la realidad, sea natural que política, como continuamente modificable por la cultura, por la voluntad, por la conciencia, por la acción, lo cual permite colocar la subjetividad en el centro de la elaboración gramsciana.

Por ello la visión sobre la ideología deja de ser en Gramsci un factor negativo o neutro y se transforma en un factor positivo. Es el propio Gramsci quien señala “que un potencial error en la consideración del valor de las ideologías se debe al hecho de que se da el nombre de ideología tanto a la superestructura necesaria de una determinada estructura como a las elucubraciones arbitrarias de determinados individuos. El sentido peyorativo de la palabra se ha hecho extensivo, y eso ha modificado y desnaturalizado el análisis teórico del concepto de ideología”.

Lo interesante es la originalidad de Gramsci y de su elaboración, la forma como este coloca caminando de pie el marxismo después de su paso “ruso” y lo traslada a occidente, creando o reinterpretando un conjunto de categorías políticas y filosóficas construye una verdadera ciencia política y una teoría del estado, de la superestructura, completamente nueva dentro del marxismo y mas allá de él.

La supremacía de la Política como idea fuerza resume mejor que ninguna el aporte del gran pensador sardo a la filosofías y a la política.

Cierto, Aristóteles y  Maquiavelo, liberan la política y Gramsci repite en su obra la expresión del filósofo griego del hombre como “animal político”. Para Aristóteles, que visualizó y determinó antes que nadie la autonomía de la política, la politicidad era natural – pasiva.

Para Gramsci, más de dos milenios después, el hombre es esencialmente político porque en “la actividad para transformar y dirigir conscientemente a los demás hombres realiza su “humanidad”, su “naturaleza humana”.
Este pensamiento de Gramsci lo dice todo respecto del peso de la subjetividad humana, de la construcción de identidad y de la realización  personal ligada a las transformaciones sociales y políticas. Y es eso lo que en fondo hoy está en las calles.

Gramsci

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