septiembre 13, 2011

CALLEJÓN SIN SALIDA / ARMANDO ARTEAGA



CALLEJÓN SIN SALIDA* / ARMANDO ARTEAGA



Visión de una kermesse.

Nadie tiene un país como este...

En un “amor a primera vista”

La lluvia va con su vestido de fiesta

El paraguas es un señor de levita que cruza la calle.

Nadie se pone de acuerdo en este diálogo

Nos hemos quedado perdidos en boleros

“en la vida hay amores que nunca”...

La lluvia al besar la vereda hace un espejo perfecto.

No hay peor sordo que el que no quiere ver

Esa imagen que camina sumergida en su propio fantasma,

soy yo,

siempre el yo, en mí atavismo latino y árabe

sin otra familia que unas cuantas palabras y un país.

Estos pasos perdidos que suenan bien al otro lado de la calleja

y bajo la noche,

son míos y prestados

los heredé de los chavines, de los vicus, de los chimús,

soy yo y mis pasos,

Chan Chan, soy yo, la calle, soy yo, en mí escuá­lida vagancia por el Cuzco

(en el valle del Urubamba),

sin otro rumbo que el de un viejo tren, veloz ensueño, y en mí país

ni todo es maravilloso

ni tremendamente dramático, es tan universal

este conflicto de ser yo?

un chavín?, un vícús?, un chimú?

vagando por las calles del Cuzco en 1973

(¡en el ombligo del mundo!)

perdido más tarde en Kahuachí y después de Kuélap:

Oír el canto es tan difícil como ver el vuelo del pájaro,

palpar el mar, es tan deseado como oír el sol,

observar la kella.

Esta es una historia medio cómica

y tiene algo de triste.

Constatación de una irracionalidad

como en el poema del chileno Enrique Moro:

“Señor por favor alúmbranos con tu luz divina

porque la compañía eléctrica nos cortó la luz terrena...”.

Esta es una historia de la vida alegre,

aunque vuelvo a repetir

tiene algo de triste, de pasillo, de yaraví,

tiene una manera deliciosa y simple de ser. Y es

bastante diferente:

“fue conpuesto al rromance, por muchos males

e daños, que fasen muchos e muchas a otras

con sus engaños, e por mostrar synples fablas

e versos estraños”. ¿Qué

hace esta cita del Arcipreste de Hita en mi poema?

¿Es España una pena?. Olé por las penas.

Nosotros vamos siempre al revés, en vals menor,

en mal mayor, en sol, en luna,

en nada, en todo, en ¡mucho gusto!...

Aquí no pasó nada. Aquí van a pasar muchas cosas,

quedemonos un rato más, cuervo, no se me deprima

en esta ciudad,

usted, se acuesta menchevique y al día siguiente se levanta bolchevique.

Estamos en el mismo centro del invierno. Abríguese

de veras.

Esto no nos impide

gozar,

vivir la vida

amar,

pensar en sexo,

vivir en música de saxo, en jazz, en rock, vivir

en una melodía más llevadera que el silencio

que invade este país. Es esta una historia ocasional.

¿Es este un poema de un latinoamericano?

Es un monólogo desde las tinieblas, un rebuscarme

un mirarme de lejos

un bajar escaleras, un conflicto.

No escribo tampoco: “Un Libro de Buen Amor”.

Para mí, Copenhaue tiene nombre de mujer:

Hay una muchacha recién salida de la fábrica.

Me mira y se enamora. Yo también doy vueltas en la cama y pienso en ella.

Aquí no hay salvación.

No hay generaciones frente a frente, ni padres, ni hijos.

Seguimos el retrato actual de la dura realidad.

Aquí hay una muchacha que me espera, se acuesta

conmigo, que hacemos el amor,

que compartimos solidariamente

el pan, la leche, el vino,

y aveces hasta el dinero, una cama, unos libros,

unos discos extraños, una pintura

recortada de Antonio Saura, unas piedras de sílice.

Aquí hay una muchacha que me goza, se va, se des­pide de mí con un beso

habla solo en danés

-dice que me ama-

me habla en un idioma que no conozco

no sé cual es su nombre. Fuimos plenos en 1976.

¿La amé?... Estuve aquí con ella, era rubia y delgada.

La lluvia vuelve ahora en su ballet, me da lo mismo,

sí, sí, anduve en el fandango, sí:

Estuve aquí con ella, no recuerdo si era rubia

o negra. Eso fue el año pasado en N. Y. Era del­gada

y usaba cola de caballo, hablaba de Otoño en el Aranjuez del Concierto.



Eso fue hace unos meses en Obrajillo. Eso lo escribí ayer.

Aquí, frente a la estatua del obispo-guerrero

Absalón, fundador,

Aquí hay una muchacha que me explica de cómo

los romanos llegaron hasta aquel finisterre

mientras pateaban lechugas y melocotonos

de los campos gallegos, de los catalanes

jodidos por los castellanos, unos pueblos

invadían a otros –allende los mares-,

sed de espacio, expansión de fronteras:

Tupa Ynga en Oceanía, navegando, por la ruta del sol.



De eso estaba yo hablando

en eso pensaba que era “la vida misma”,

“la misma vaina”. El conquistador y el conquis-

­tado, y/o viceversa.



Estuve aquí con ella, era flaca y parlaba

de su tierra

de nadie,

de algo que para esa dama era algo perfectamen­te familiar.



Pero lo curioso,

lo ridículo era

diríamos “la ausencia de historia” para terminar

con toda esta retórica...

Todo esto no era más que..., un hombre, una mu­jer, un país. Ya les dije que era una historia

medio cómica, una fotografía

dije que era una historia una fotografía

un alter ego,

un

laberin-

to de cosas,

un hombre, una mujer, una historia de amor.

La historia estuvo aquí.

Yo estuve aquí con ella, era alta

y delgada,

y estabamos solos..., haciendo dudar el tiempo.

Frente a una estatua

mirando perdidos la ciudad

*Del libro: "Callejòn sin salida" de Armando Arteaga publicado por Uniòn Libre Editores en 1986.

Foto: M.C. Arequipa 2010.