septiembre 13, 2010

POEMAS DE CARLOS ROJAS GONZÁLEZ

EL GUAYACAMAYO
Revista virtual de poesía ecuatoriana y peruana desde los años 70 hasta la actualidad.







POEMAS DE CARLOS ROJAS GONZÁLEZ




Carlos Rojas González
Guayaquil, Guayas, Ecuador
Escritor ecuatoriano. Poeta, cuentista y cronista. Autor de los poemarios: "Apuntes para conformar un texto" y "Un tiempo para decir"; "Discurso para ser leído cuando llegue el buen tiempo" (cuentos) y La anciana de la place d´Italie (crónica).



De (Algunos números que no intentan significar nada)

(2010)

En las puertas del cielo la ciudad se detiene
nadie la invita a entrar
reconocer que esta chatura no es lo único que existe
más allá de ese dintel están cielo e infierno
ese verdadero imaginario

Tal vez.

***

Escuchar música siempre es necesario
o todo lo que queda
Ahora estoy con Goyeneche
(abandoné un momento los clásicos para sentirme yo
una aguja en los talones)
una voz de grava me atraviesa
(“garganta con arena”)
me traslada a espacios desconocidos
o mejor me hace reconocer otros espacios

Acá nadie puede tocarme
Ahora soy yo cabalgando en una melodía que apenas reconozco.

***

Esto de escribir resulta tarea fácil
te instalas en el aparato que tengas a mano
colocas lo que se te ocurre
(haces pasar cualquier cosa por ideas
acudes al absurdo/ la procacidad/ al sexo/algo de lo social
que no tenga sentido lo dices es algo secundario)
todo esto debe estar en galeras o en prosa
en la primera de bastos lo lees
aplausos el público no entendió o si entendió lo mismo
Más tarde lo publicas
tal vez tampoco alguien lo comprenda pero no es necesario
aparecerá algún “especializado”
te hará comparaciones con alguien que se supone “válido”
encontrará los parecidos
te declarará importante
se te pondrá el pecho así de grande
sin saberlo
Te convertirás en alguien importante
O parecido.

***


Sueño que los días transcurren pegados de la mano
solo elijo las manos
extraídas de ese cuadro de sueños
me acarician me excitan
contento sobre esa nube me desplazo
ahora estoy donde siempre quise
más allá de mí mismo

Despierto
los días transcurren lentos
separados
como todo.

****


No sé si mañana ya no estemos
Si el canto tempranero no se escuche
Si el cordel donde se dicen cosas sea solo un cordel

Preguntarnos dónde iremos siempre es innecesario
Para qué saber el camino si solo es el camino
Conocer el destino si es solo el destino

Ahora estamos aquí sobre esta cuerda
Amando cantando diciendo cosas.

***
(Ahora que las últimas flores)


(Fernando Artieda, poeta del pueblo)

Ahora que las últimas flores dejadas en tu tumba se han marchitado
o se las han llevado los ladrones
Ahora que ya no es necesario confundirse impostar la voz
creo podemos decirnos algunas cosas
Yo respeto todo lo que has escrito
(el estar de acuerdo es una convención más del lenguaje)
Tu hombre solidario
Tu safa cucaracha
que llegaron al interior de este pueblo -balneario frustrado-
enseñándoles cómo enfrentar el día a día
cómo hacer que la tristeza se transforme en lo contrario
Esa seducción que era tuya –decir “solo” sería un lugar común-
con la que movilizabas a las masas esa posibilidad de poder decir
Venían de petrillo de vuelta larga de los extramuros de lo más recóndito
y la gente aplaudía
frenética alborozada
mientras con esa voz rasposa –ronco de lata- gritabas tus versos
esos versos de los que tú más que nadie estaba convencido
disfrutabas de cada palabra procaz malapalabra
(como dice la buena gente gente de bien)
y continuabas tu discurso interminable
alzando los brazos gritando haciendo pasos de baile
y gente seguía allí por la radio pegados al televisor
disfrutando de ese ardor contagioso
transformando su angustia –el no tener- en euforia
porque tú les entregarías la clave para entender este pueblo fantasma
para encontrar el ídolo que todos necesitan
el cantante que se lleva dentro
ya no importaba ser cholo indio ladrón serrano puta o lo contrario
todos se enrolaban en esa canción que les habías descubierto
que los encubría
La fatalidad era una forma de disfrutar la vida
las palabras adquirían otro sentido en el gran coro
De improviso el tiempo se interpuso en tu voz
esa carraspera esa voz pastosa ya no está en los tablados
la gente sigue ya no espera entona o susurra el mito que les dejaste
Se levanta trabaja cuando puede o hace lo que acostumbra y tal vez sea
feliz)
sobre todas las cosas sus dolores está la ilusión que sembraste
tu palabra

Acá al otro lado los que simulamos pensar
los que nos engañamos diariamente
(los que buscamos la expresión adecuada)
los que no tenemos la fuerza necesaria –aquí se debe decir otra palabra-
iremos a tu tumba cuando tengamos tiempo
a preguntarte cómo es el canto por allá Fernando.
18/04/2010