enero 12, 2007

UN TEXTO SOBRE CESÀREO MARTÌNEZ/ ALEJANDRO SÀNCHEZ AIZCORBE



La historia del Perù le debe a Cesàreo Martìnez Sànchez una revoluciòn que se nutra de sus versos, y la ediciòn de sus obras completas, que sin duda alimentarà la revoluciòn.
Mientras espero una y otra cosa, con la mala conciencia de que acaso yo sea el deudor, sin saber què decir ni escribir, cojo El sordo cantar de Lima y les leo, una vez màs, un fragmento a Marcela y a su hija, que tanto se parece a Iskra Oyague, aunque se llame Marcelita. Los tres nos reponemos de una enfermedad pasajera. No estamos en la mejor de las formas para leer o escuchar a Cesàreo Martìnez. Pero sucede lo mismo que sucede cada vez que lo leo: se me quiebra la voz. Marcela y Marcelita escuchan sin darse cuenta de lo que pasa. Me pongo de pie sùbitamente para dominar la emociòn, y sigo leyendo. Termino una estrofa: "Me gusta, es poderoso", dice la niña. Se levanta de la cama para sacar un yogurt urgente de la cocina, y antes de salir del dormitorio dice con autoridad de hija: "No leas nada hasta que vuelva." La esperamos. Regresa con el yogurt y con las ganas de seguir escuchando. Tiene doce años, no va a misa ni cree en dioses, y tiene una vaga pero terca idea de la justicia, porque escucha a Cesàreo.
Seguro de haber terminado todo por hoy, salgo a la terraza de nuestro pequeño apartamento, que queda al este de Tejas, en medio de un bosque, y observo la grama y los àrboles: cerca de la acequia, un armadillo nocturno huele, hociquea la tierra, jugosa de lluvia.

Alejandro Sànchez-Aizcorbe